Un poco alejada del blog, sí lo acepto. Pero no ha sido fácil
dividir el tiempo, con mi familia de Medellín, amigas, despedidas, papeles y
más papeles de la visa.
Me faltaban dos semanas para terminar el
semestre y a la semana siguiente tenía mi cita en la embajada, nervios al 100%.
Solo tenía mi mente en dos cosas, mis exámenes y los papeles de la visa. Las
dos semanas antes de la Visa, me hice mi último chequeo médico, deje todo
listo, fui también al dentista, me hice exámenes por montones. Saque los
certificados necesarios, pero como ha de esperarse, en mi universidad se
equivocaron en la carta de aplazamiento de semestre, y no me la podían corregir
para la fecha que la necesitaba.
Llegaron las despedidas, ellas no han sido
mis mejores amigas. Nunca, nunca ¡JAMÁS! Dejar una ciudad como Medellín, no es fácil,
créanme y es que tanto Bucaramanga como Medellín, han sido las dos
ciudades donde he pasado mi vida. Porque eso sí tuvo mi mamá, cada dos o tres
años nos cambiábamos de ciudad pero siempre para las mismas dos. Y las dos
hermosas. Me despedí de mis amigas y mis amigos. Me despedí de mi papá, hasta
Julio no lo vuelvo a ver y es que no es show es que yo soy la consentida de
él.
Era el día de viajar y todo estaba listo.
Llegue al aeropuerto muy puntual, porque puedo ser muy dormilona, pero no me
gusta llegar tarde a ningún lado. Pase seguridad, ellos me abrieron la maleta y
dejaron caer mis gafas y yo no me di cuenta, faltaban 5 minutos para empezar a
abordar y yo había sacado un libro que mi papá me había regalado, pero no
encontraba las gafas, me sentía desesperada sin mis gafas. Me toco salir
corriendo a pedirle al de seguridad que POR FAVOR me le arrodillaba si era
necesario pero que me dejara salir de nuevo a buscar mis gafas, el señor me
pregunto que si eran unas gafas negras. A mí, solo me brillaban los ojos de la
emoción, las había recuperado. Cuando llegue a la sala, ya estaban abordando.
Por fin había llegado a Bogotá...
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